El Cristo olvidado: la iglesia

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Hace algún tiempo, un hermano de la iglesia se acercó a mí con una decisión que había tomado: dejar nuestra congregación y unirse a otra cerca de su casa, donde se sentía más cómodo. Al explicarme su elección, me di cuenta de que algo importante estaba ausente en su proceso de discernimiento.

Le pregunté si había compartido sus luchas y heridas con aquellos que mejor lo conocían en la iglesia, si había buscado discernimiento espiritual en la comunidad de creyentes.

Su respuesta reveló una desconexión fundamental entre su fe y la convicción bíblica que tenía acerca de la iglesia.

Este hermano había orado como una persona que cree en la existencia de un “dios”, pero no había orado como un cristiano.

¿Por qué digo esto?

Porque orar a Dios como un cristiano quiere decir que la iglesia puede responder por Dios.

Esto, aunque suene escandaloso, es lo que enseña la Biblia sobre la comunidad de creyentes. En pocas palabras: la iglesia es la encarnación de Dios en la Tierra. La iglesia es el Cristo olvidado.

El modo en cómo avanzamos el reinado de Dios en la Tierra es a través de la encarnación. Necesitamos continuar siendo la presencia de Cristo en la Tierra, por eso somos su cuerpo.

Como dijo Teresa de Ávila, una monja católica y mística del siglo XVI:

Cristo no tiene otro cuerpo que el tuyo.

Ni manos, ni pies en la tierra sino los tuyos.

Tuyos son los ojos con los que Él mira con compasión a este mundo.

Tuyos son los pies con los que camina a hacer el bien.

Tuyas son las manos con las que bendice a todo el mundo.

¿Qué significa esto en la práctica?

Significa que cuando buscamos la guía divina, a menudo la encontraremos en la comunidad de creyentes que nos rodea, es decir, la iglesia.

En lugar de enfocarnos exclusivamente en un discernimiento individual, debemos valorar el discernimiento de la comunidad de creyentes sobre nuestras decisiones personales.

Esto lo podemos ver en el relato bíblico de Lucas 8:42b-48. En esta historia, una mujer que sufría de hemorragias se acercó a Jesús y, al tocar el borde de su manto, fue sanada.

42b Jesús se puso en camino y las multitudes lo apretujaban. 43 Había entre la gente una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera sanarla. 44 Ella se le acercó por detrás y tocó el borde del manto, y al instante cesó su hemorragia.

45 ―¿Quién me ha tocado? —preguntó Jesús.

Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo:

―Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen.

46 ―No, alguien me ha tocado —replicó Jesús—; yo sé que de mí ha salido poder.

47 La mujer, al ver que no podía pasar inadvertida, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.

48 ―Hija, tu fe te ha sanado —le dijo Jesús—. Vete en paz.

La presencia física de Jesús, su cuerpo, en la vida de las personas era una fuente de sanación y salvación.

2 Lecciones de esta historia

1. Permanecer en contacto con el cuerpo nos sana:

Al igual que la mujer encontró sanación al tocar a Jesús, nosotros experimentamos lo mismo al mantenernos en contacto constante con el cuerpo de Cristo, que es la iglesia.

La comunidad de creyentes puede ofrecer apoyo, consejo y discernimiento en nuestros momentos de necesidad espiritual.

Como expresó Ronald Rolheiser, un monje jesuita:

No puedes tener una relación con un Dios perfecto, lleno de amor, de perdón que está en el cielo, si no puedes tener una relación con la iglesia aquí en la tierra que es menos perfecta, que perdona menos y que es menos comprensiva.

2. Nosotros como cuerpo somos intrumentos de sanación y salvación:

Así como el cuerpo de Jesús tenía el poder de sanar y salvar, nosotros, como su cuerpo en la Tierra, debemos tocar a otros con amor y compasión.

No debemos limitarnos a orar por la ayuda divina, sino que debemos ser las manos y los pies de Cristo en acción.

Así lo expresaba Juan:

El que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto

(1 juan 4:20)

Todo esto nos ayuda a entender que vivir nuestra fe como cristianos significa vivir nuestra espiritualidad como iglesia y en una iglesia porque ella, imperfecta y redimida, es Cristo en la tierra.

Jesús tiene muchas pieles, rostros, manos, voces, brazos para sanar y salvar su iglesia y el mundo.

¿Qué parte de su cuerpo vas a ser tú?

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