El aspecto positivo de la productividad tóxica

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Hace unos meses estuve hablando con un amigo de la iglesia que estaba frustrado porque, según él, no conocía su potencial y estaba diciendo en alto afirmaciones positivas delante de un espejo. Al escuchar esto, él pudo notar una pequeña sonrisa irónica en mi rostro, y me preguntó tajantemente: “¿Qué…crees que no me va a funcionar?”. Le dije: “no, no te va a funcionar porque el potencial que uno tiene se conoce haciendo algo difícil. Además, el decirse a uno mismo en el espejo que es algo que uno no es, en la Biblia que leo, se llama mentir”.

Muchos pensadores de antaño han sabido que la victoria psicológica ante un reto es importante, pero esa visualización del guerrero ganando una batalla iba acompañada de una serie de implacables entrenamientos hechos con anterioridad. El sabio de antaño, habiendo entrenado físicamente, también entrenaba su mente. El sabio moderno, habiendo entrenado su mente, se dice a sí mismo que es hora de tomarse un descanso. Pero, como casi en todos los problemas que enfrenta la modernidad, la solución se halla en volver a unir aquello que nunca se debió separar, a saber, la relación entre el pensar y el hacer.

En el libro IX de la Metafísica, Aristóteles nos habla del ser en acto y el ser en potencia. Según esto, si se dice que algo es “en acto”, quiere decir que, en el presente, ya presenta esa habilidad o aspecto, mientras que si se dice que algo es “en potencia”, quiere decir que puede llegar a serlo pero todavía no lo es. Así tenemos que la semilla en acto tiene potencia de convertirse o llegar a ser un árbol. Lo interesante de la palabra “potencia” es que en su origen etimológico griego (“dunamis”) denota posibilidad, habilidad y fuerza. Esto esclarece más el asunto cuando alguien habla de su potencial. Porque sería absurdo tratar de determinar el potencial que uno posee bajo un estado de autosugestión en el interior de su conciencia. Decir afirmaciones ante el espejo o manifestar al universo lo que uno quiere ser o tener, no elimina las limitaciones que alguien tiene. Y no, no todo el mundo puede llegar a ser el mejor en algo por más que su mamá le haya repetido eso de pequeño.

Si nos detenemos por un momento en el concepto de potencia y lo ligamos a la idea de posibilidad, hallaremos un camino esclarecedor para el asunto que nos ocupa. Uno no es todo lo que podría ser. Esto con el tema de las pesas se entiende fácilmente: si soy un enclenque, no voy a poder cargar demasiado peso al inicio. Sin embargo, alguien que empieza a entrenar no ha alcanzado su límite genético, es decir, todavía es posible que mejore y cargue más peso en el futuro. Pero llegará un punto después de muchos años entrenando que este supuesto individuo no pueda incrementar el peso que carga. La razón por la que un número considerable de personas no alcanza su potencial se debe al hecho de que lo que son en acto, suele ser lo más cómodo. De ahí que esta misma idea se haya expresado en nuestro tiempo con la frase: “salir de la zona de confort”. Personalmente, prefiero las palabras empleadas por Aristóteles, pero independientemente de cuál sea el gusto de cada uno, conocer el potencial que uno posee requiere una elección voluntaria de caminar por la vía dolorosa.

De todo esto surge el aspecto positivo de la productividad tóxica: nos dice que para llegar a ser todo lo que podríamos ser, hay que trabajar arduamente. En los últimos años ha habido un incremento del número de personas que abrazan la cultura de la productividad o el “hustle culture”: levantarse a las 4 am, duchas frías, meditación, entrenamientos matutinos, y toda una serie de prácticas sobre cómo hacer más cosas en el menor tiempo posible. Si acumuláramos toda esta información en un mismo lugar, parecería un libro de hechicería que se podría resumir con la siguiente fórmula: “si haces X durante suficiente tiempo, entonces podrás lograr Y”. Esto es naturalmente cierto, pero, como casi todas las cosas, el veneno está en la dosis, y aquello que nos beneficia, también puede matarnos. La productividad se convierte en “tóxica” cuando se niega a sí misma y cuando niega otros valores superiores a ella. Por un lado, se niega a sí misma cuando el hacer más llega a un punto de rendimientos decrecientes. Por ejemplo, cuando estuve escribiendo el libro Amor y Resentimiento, me di cuenta que podía escribir durante 3 horas cada día. Varios días intenté escribir 5-6 horas, pero el día siguiente me sentía limitado cognitivamente. Por ello, cuando escribo, elijo tener una rutina sensata que consiste en unas 3-4 horas de escritura sin ningún tipo de interrupciones. Por otro lado, la productividad se vuelve tóxica cuando negamos aquello que tiene un valor mayor o que representa un mayor bien (ser un padre ausente en vez de tener tiempos de calidad con los hijos).

En síntesis, el potencial no es algo que se descubra en la introspección, sino en la puesta a prueba de las capacidades y talentos que se poseen. Uno desconoce todo lo que podría llegar a ser, hasta que intenta, contra todo pronóstico, ver cuán lejos puede llegar. Entre otras cosas, porque uno no puede llegar a madurar, a ser un experto en algo, a ser más rápido y fuerte, a ser más inteligente, a menos que esté dispuesto a hacer cosas difíciles. La grandeza de los genios radica en la repetición infatigable de algo. No hay atajos. No hay varitas mágicas. El potencial se descubre en el hacer diario, en la monotonía.

Si te estás preguntando qué pasó con mi amigo, el meditador, puedo decirte que se curó de esa enfermedad de mirarse tanto al espejo y se arrepintió de decir mentiras en alto. Por fortuna, hizo caso a una persona mucho más sabia que yo y que Aristóteles, a una persona con una frase más rotunda y radical que todos los gurús de la productividad tóxica: “Ciertamente os aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero, si muere, produce mucho fruto” (Palabras de Jesús en el evangelio de San Juan 12: 24). Solo alcanzamos nuestro verdadero potencial cuando estamos dispuestos a morir por una causa sagrada. Como quiero ser cortés con el tiempo del lector, esta última idea la desarrollaré en la publicación de la siguiente semana.

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