Por qué es una pésima idea permitir que el “mercado” dicte lo que es valioso

La ética meritocrática tiende a igualar el valor de la contribución de un trabajador con el valor que esa contribución tiene en el mercado. Esto implica que cuanto más demande el mercado los bienes o servicios que un trabajador produce, más valor intrínseco se atribuye a esa contribución.

Pero ¿es verdad que lo que el mercado valora en un momento dado es lo que confiere valor moral a la contribución de un trabajador?

¿Deberíamos considerar que una persona que genera cantidades sustanciales de dinero y contribuye significativamente al Producto Interno Bruto (PIB) de un país contribuye automáticamente más al bien común?

Desde mi punto de vista, el valor moral de la contribución de alguien no es equivalente al valor de mercado de esa contribución.

El valor de mercado VS el valor moral

Tomemos el ejemplo presentado por el filósofo Michael Sandel en su obra La Tiranía del Mérito: el protagonista de la serie "Breaking Bad".

Este personaje, un profesor de química, se dedica a la producción ilegal de metanfetamina. Si analizamos este asunto desde la perspectiva del mercado únicamente, podría parecer que su contribución es valiosa debido a la alta demanda de esta sustancia.

Sin embargo, sería descabellado respaldar la afirmación de que la contribución de un profesor de química tiene el mismo valor moral y trascendencia social que la producción y venta de metanfetamina.

Este ejemplo ilustra claramente que la pregunta sobre el bien común y la buena vida no puede reducirse a una discusión puramente económica.

Permitir que el mercado determine lo que es valioso puede llevarnos por caminos éticamente cuestionables.

¿Es realmente justo que un profesor que gana más produciendo y vendiendo metanfetamina sea considerado más valioso que uno que enseña química en una escuela?

El mercado debería ser guiado por la ética

Michael Sandel mantiene que necesitamos restaurar la dignidad del trabajo como un ideal ético. Para ello, debemos reconstruir los lazos comunitarios que han sido destruidos en la era del mérito.

Esto implica un cambio de paradigma con respecto al trabajo, especialmente para aquellos trabajos peor remunerados, lo que resultaría en una mejor compensación económica y una mayor estima social para las personas y sus contribuciones.

En resumen, confiar en el mercado como único árbitro de lo que es valioso es una idea problemática que no tiene en cuenta la complejidad de las cuestiones éticas y morales que rodean las contribuciones de las personas a la sociedad. La economía no puede ser el único determinante del valor de una persona y su trabajo en la comunidad.

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