Por qué nadie “merece” lo que tiene

Read in English

En un blog reciente sobre por qué una sociedad basada en el mérito no puede erradicar la desigualdad, mencioné de paso una idea que me gustaría convertir en el tema principal de esta entrada de blog: Si bien es cierto que no todo el mundo hace el mismo esfuerzo, también lo es que no todo el mundo tiene el mismo punto de partida.

Muchas personas han iniciado la carrera de la vida con claras desventajas. Michael Sandel señala dos ámbitos principales en los que pueden producirse estas desventajas: el talento y la fortuna. El análisis de estos dos nos ayudará a ver cómo el concepto de mérito es inadecuado a la hora de hacer afirmaciones sobre lo que merecen las personas.

El carácter arbitrario del talento

Pongamos por caso el deportista LeBron James. Ha nacido con una genética excepcional que se traduce en su inmenso potencial deportivo. Aunque el esfuerzo es sin duda una parte de su éxito, es crucial reconocer que no todo el mundo parte con esa ventaja.

En un universo alternativo en el que LeBron James no poseyera esa excepcional constitución física, ¿habría alcanzado el mismo auge de éxito, incluso con el mismo nivel de dedicación?

Lo mismo podría decirse del intelecto o de cualquier capacidad que no hayamos hecho nada para heredar. Es cierto que este potencial puede desarrollarse mediante horas implacables de entrenamiento y práctica, pero el carácter arbitrario de los talentos sigue siendo una variable imprescindible.

La impredecibilidad de la fortuna o la suerte

LeBron James tiene la suerte de vivir en una sociedad que ama el baloncesto y que está dispuesta a pagar por verle jugar. Sin embargo, si hubiera nacido en la Florencia renacentista, no habría disfrutado del mismo éxito a menos que también tuviera el misterioso talento de ser un gran pintor de frescos (La tiranía del mérito, 123).

Afirmar que LeBron James “merece” su posición actual pasa por alto el hecho de que no ha hecho nada para nacer con ese potencial genético ni tampoco se ha esforzado para nacer en esta sociedad, donde se valora mucho su talento particular.

Una mejor perspectiva de nuestros logros

Si nadie merece realmente lo que tiene, ¿cómo deberíamos describir nuestros logros?

Tal vez el mejor modo de hablar de nuestros logros o de lo que tenemos en nuestras vidas sea a través del concepto de “regalo” o “bendición”.

Al ser uno consciente de que hay muchas variables, aparte del esfuerzo, que no están bajo nuestro control, uno es capaz de ver lo que tiene como un producto parcialmente de su trabajo duro, pero no solamente como un resultado de él.

Esto nos permite adoptar una actitud de solidaridad para con los demás. Dejamos de ver las cosas unidimensionalmente en la que el mérito o el esfuerzo es lo único que importa.

Puede que la persona que juzgamos tenga un desequilibrio químico crónico como resultado del trauma generacional en su familia. O, puede que esta misma persona no haya estado en el momento y lugar adecuado. Por si fuera poco, nadie tiene la culpa de haber nacido con el pasaporte “equivocado” o un idioma que no ha tenido una repercusión global.

Unas palabras sobre el victimismo

Las dificultades que atravesamos son las mejores excusas para no crecer porque son palpables.

En este sentido, la persona con “mentalidad de víctima” tiene esa mentalidad porque ha sido o es una víctima.

Cuando alguien dice “no te hagas la víctima”, se ignora el hecho de que, a menudo, la persona “haciéndose la víctima” es una víctima con razones legítimas. Sería absurdo decirle a alguien que ha sido víctima de un intento de homicidio que no se comporte como una víctima los días posteriores.

Ahora bien, que una persona haya sido víctima de algo en concreto no quiere decir que esa persona tenga que quedarse estancada en esa experiencia traumática.

Habiendo nacido en uno de los barrios más peligrosos de Perú, he tenido la oportunidad de conocer muchas personas que han sufrido todo tipo de injusticias. Sin embargo, la característica común de aquellas personas que se sentían contentas con sus vidas era la siguiente: todos compartían la actitud de ir en contra de todo pronóstico. Intentaban lograrlo todo a pesar de que las cartas no estaban a su favor. Desafiaban el destino que se les había impuesto.

La actitud detrás de estas personas era la siguiente:

Sí, sé que hay muchas injusticias sistémicas y que de pequeño me han hecho muchas cosas aborrecibles. Pero con la ayuda de otras personas y negándome a aceptar que las cosas tenían que ser así, he intentado mejorar todo lo que he podido y centrarme en lo que puedo controlar para hacer mi vida un poco mejor.

Si bien es verdad que nunca hay que minimizar las injusticias que la gente sufre, la ayuda que reciben tiene que ir más allá que el simple reconocimiento de lo que han experimentado.

La filosofía de vida de estos supervivientes es la misma filosofía con la que enfrento los retos en mi vida: ¡Ve en contra de todo pronóstico y a ver qué pasa!

Esto me recuerda a lo que siempre le digo a mi esposa cuando estoy a punto de pedir algo a alguien o a una empresa:

El ‘no’ ya lo tengo, así que voy a ver si me dan el ‘sí’.

Previous
Previous

Por qué es una pésima idea permitir que el “mercado” dicte lo que es valioso

Next
Next

Por qué una sociedad basada en el mérito no puede erradicar la desigualdad