Por qué Andrew Tate no encarna una masculinidad sana

Hace unas semanas, publiqué un blog con el título “La virtud de Andrew Tate y la decadencia de la masculinidad”. Con el reciente arresto de Tate, algunas personas me escribieron para decirme que debería eliminar el primer blog porque, según ellos, el hecho de que yo “apoyaba” a Andrew Tate podía provocar una pérdida de credibilidad ante muchas personas. Lo curioso es que todas aquellas personas que creían que yo aprobaba las ideas de Tate, no habían leído el blog. Han formado esa opinión simplemente por la palabra “virtud” en el título del blog o porque no decía nada explícitamente en contra de él en mi publicación de Instagram. En cualquier caso, me gustaría dejar claro lo que intentaba transmitir con el primer blog.

En primer lugar, quería mostrar cómo el vocabulario moral de Andrew Tate es muy similar al vocabulario moral de las sociedades guerreras del pasado. En este sentido, la “virtud” de Andrew Tate sería la virtud de un guerrero en una sociedad homérica. Homero y muchos otros poetas griegos utilizaban la palabra areté o “virtud” para hablar de la excelencia que alguien tiene con respecto a una habilidad. “Virtud” en esta acepción no tiene ninguna relación con la virtud moral como la entendemos en la actualidad. Es decir, hablar de virtud en este sentido tiene poco que ver con ser una “buena persona”. En segundo lugar, quería explicar por qué, a mi parecer, muchos hombres jóvenes se sienten atraídos al modelo de masculinidad que representa Andrew Tate. Este se podría resumir como un modelo que enseña que para ser un hombre tienes que hacer cosas difíciles, tienes que sufrir, tienes que desarrollar tu agresividad y trabajar duro. Es más, no solamente es esto lo necesario para convertirse en un hombre de gran talla, sino que ser hombre es algo bueno, de suerte que una masculinidad fuerte es algo deseable. Para finalizar el primer blog, concluía que Tate decía muchas sandeces y que el modelo de masculinidad debería ser una masculinidad paradójica como la de Jesús que se representa en la Biblia con la imagen del cordero y el león. En aras de la brevedad, no voy a explayarme más en este asunto, ya que, si el lector quiere profundizar en estas ideas, puede leer mi primer escrito en el que analizo con relativa profundidad esos tópicos.

En este segundo blog, me gustaría separar el grano de la paja, es decir, separar lo malo de lo bueno. Hay varios aspectos en los que Andrew Tate está sinceramente equivocado.  Por más honesto y valiente que uno sea al decir lo que piensa, eso no convierte el mensaje en verdadero. Sin embargo, creo que Tate acierta en criticar el modelo del hombre deconstruido que es inofensivo y que carece de toda agresividad (este tema lo analicé en el primer blog). En suma, en este escrito nos centraremos en señalar los errores de Tate en su modelo de masculinidad. En este análisis se evitará dos excesos muy comunes al hablar de Andrew Tate: (1) la mitologización ingenua, a saber, el elevar a una persona a un estatus casi divino en el que no se le puede encontrar falta alguna y se le defiende a toda costa acríticamente; (2) la deshumanización malintencionada, esto es, el presentar a un individuo como si fuera la personificación de la maldad, cuando, en realidad, en cada ser humano hay tanto bondad como maldad. Este último extremo no puede contemplar nada positivo en aquella persona con la que está en total desacuerdo. Pues bien, yo rechazo rotundamente estos dos extremos porque me parecen dos formas de ideología dogmática que solo llevan a la fantasía. La realidad siempre es más compleja que la fantasía. Así que tanto los fans como haters de Tate pueden parar de leer si lo único que quieren es una confirmación de sus ideas. El pensar filosófico es un pensar que requiere humildad y valentía. Humildad para saberse equivocado y valentía para aceptar el error.

El primer rasgo insano en el modelo de masculinidad que representa y fomenta Andrew Tate radica en su lectura histórica sobre los roles tradicionales entre el hombre y la mujer. El hombre arquetípico de Tate es el emperador, el sultán, el rey, con una mezcla de nociones imprecisas de biología evolucionista. En pocas palabras, el rey guerrero vendría a personificar la masculinidad ideal: el hombre con destreza en la lucha, el hombre con gran agresividad y determinación. Según esta lógica, si un hombre se siente deprimido y derrotado en su vida es porque se lo merece. Es decir, una persona que no lucha y persevera para salir hacia adelante y acumular riqueza y poder no merece sentirse feliz. Uno crea fortaleza en la supervivencia, en la lucha, en la agonía por sobrevivir. Por ello, la mayoría de los hombres son plebeyos y esclavos, en parte porque se han rendido y en parte porque carecen de sangre, de ímpetu, de un ánima conquistadora. Carecen de la energía anímica de los guerreros. A la luz de esto, Tate condena la promiscuidad en las mujeres, pero la justifica en el caso de los hombres de gran talla. Todos los conquistadores del pasado tenían varias mujeres y, por tanto, es insensato pedir que los hombres que son “top G” abracen la monogamia. Además, utiliza las diferencias en testosterona entre los hombres y las mujeres para defender la idea de que por ello es aceptable que un hombre de esta talla este con varias mujeres. El problema de Tate con esta versión de la masculinidad es que cae en la falacia naturalista. La falacia naturalista consiste en extraer una norma de una práctica histórica. Es verdad que muchos emperadores y sultanes tenían varias mujeres (hecho factual), pero de esa observación no se sigue necesariamente que deba ser de ese modo. Ese “deber ser” tiene que justificarse más allá de un simple “…porque así se ha hecho”. Apelar a tradicionalismos para legitimar normas éticas puede ser muy peligroso porque se puede llegar a justificar comportamientos atroces basándonos en la tradición de ciertas civilizaciones o etnias. Muchos defensores de la esclavitud utilizaban ese tipo de argumentos.

El segundo aspecto problemático de la masculinidad de Tate es su énfasis con externalidades irrelevantes desde un punto de vista espiritual y moral. En pocas palabras, Tate expresa el éxito en su vida viviendo en mansiones o castillos, con coches caros y con un gran número de mujeres. Es decir, los símbolos de éxito, los resultados de haberse convertido en un “top G”, son bastante limitados. El que eso constituya el pináculo del éxito muestra la gran pobreza espiritual de la conciencia colectiva de muchos. Sin embargo, su mensaje tiene fuerza porque muchos hombres, como expuse en el primer blog, carecen de una figura masculina fuerte. Por otro lado, cuando Tate se dispone a hablar de ideas con mayor sustancia como la relación entre jerarquía y poder, lo hace de un modo que enajena a los que no llegan a ese nivel. Por ejemplo, en algunos directos que ha hecho en su plataforma online, ciertos hombres fueron vulnerables con sus inseguridades pidiéndole ayuda y su respuesta consistió en burlarse de ellos. En su mente, todo hombre que no aspire a esa versión de masculinidad que consiste en coches caros, dinero y muchas mujeres, es porque le falta testosterona o son unos cobardes. En otras ocasiones, ofrece consejos a gente que quiere cambiar su vida, pero insistiendo en los mismos ideales. El entendimiento que Tate tiene de la jerarquía y el poder gira en torno al ego. Tate falla en reconocer que la jerarquía y poder deben usarse para servir a lo bajo y débil, no para burlarse de ello. Entre otras razones, porque si bien es cierto que hay que tener agallas para poner en práctica el ojo por ojo y diente por diente, hay que tener todavía más agallas para amar a tus enemigos y orar por los que te persiguen. En suma, la profundidad filosófica y espiritual de Tate con respecto al ideal masculino se queda corto de miras.

Hay otro rasgo que se encuentra estrechamente relacionado con sus opiniones pero que no debe confundirse con ellas. Ben Shapiro en uno de sus videos da su opinión de por qué muchos se sienten atraídos al mensaje de Andrew Tate. Shapiro explica que al vivir en una sociedad que ha negado las verdades universales, el decir lo que uno piensa sin tapujos se convierte en lo más importante. Dicho de otro modo, Tate está dispuesto a desafiar ideas aceptadas y decir lo que nadie diría en alto. Algunas cosas que dice son acertadas, pero otras son totalmente erróneas y sin base. Pero en una sociedad que carece de valores, la valentía en decir lo que uno piensa se convierte en la virtud más alta, independientemente de lo que se diga. Shapiro acierta en este análisis. La valentía u osadía en decir lo que uno piensa tiene un valor instrumental, es decir, es una característica necesaria para decir la verdad, pero no se debe confundir con la verdad. Es una característica necesaria porque una persona cobarde, aunque sepa la verdad, necesita tener valentía para decirla en alto. Pero el simple hecho de que alguien tenga valor para decir una opinión controvertida no implica que lo que diga sea verdad. Una cosa es que alguien se atreva a decir lo que piensa, y otra muy distinta es que sea verdad lo que se ha dicho. Pero es muy difícil separar ambas cosas cuando la persona que lo dice es carismática y transmite su mensaje con gran convencimiento. Es elogiable la valentía de Tate en hablar con franqueza sobre temas de extrema complejidad, pero su retórica “masculina” es tóxica porque no busca la reconciliación sino la controversia y polarización.

Por todas estas razones, Andrew Tate no encarna una masculinidad sana. Yerra en sus prescripciones. Muchas de sus críticas a la sociedad actual son correctas como condenar la promiscuidad en las mujeres. Pero yerra en no condenarla también en los hombres. Acierta cuando dice que las mujeres que son madres deben cuidar de sus hijos y servir a sus maridos, pero yerra al no aplicar lo mismo en el trato de los maridos hacia sus esposas. También yerra cuando exalta a su padre que era una figura paterna ausente la mayor parte del tiempo. Estas son las contrariedades del hombre de carne y hueso, Andrew Tate. A la luz de esto, tanto el modelo de masculinidad del hombre deconstruido como el modelo de masculinidad del rey guerrero han fallado en mostrarnos la foto completa. El auge de Tate muestra por un lado cómo la sociedad ha fallado en hablar positivamente sobre el potencial de los hombres, y, por otro lado, su auge también pone de manifiesto la pobreza espiritual y moral en la vida de muchos hombres que han fallado en dar ejemplo a los jóvenes.

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